Hablar de ventajas y desventajas del mestizaje es una cosa muy compleja,
una vez que hay muchas variables a ser consideradas, es decir, hay diversas
situaciones a considerar: si el mestizaje es entre plantas, animales o entre
seres humanos. Entre los últimos, hay que considerar si es biológica o
cultural, o las dos cosas, y si él es negociado o es impuesto por una de las
partes en un proceso de dominación económica y política cuando se trata de una
hibridación étnica – en otras palabras, de diferentes poblaciones en sus rasgos
tanto genéticos como culturales. En todos los casos, hay también que tener en
cuenta como se hace el mestizaje y con cual finalidad. Para complicar aún más,
discutir lo que es mestizaje y sus ventajas o desventajas nos lleva a senderos
muy peligrosos puesto que en él se cruzan cuestiones biológicas y culturales
que mueven delicados intereses políticos y económicos.
En la naturaleza, el hibridismo siempre ocurrió y es uno de los mecanismos
evolutivos de adaptación de las especies al medio ambiente. Cuando el macho o
la hembra de una especie se vuelven escasos en un ecosistema, por ejemplo, es
posible el acoplamiento con animales de otros géneros o especies de la misma
familia, pero los híbridos resultantes no siempre son mejores que sus padres, puesto
que para eso es necesario que nazcan fértiles o con capacidad de mejor
adaptación al medio – condiciones esenciales para el éxito y permanencia del
híbrido. Pero el hombre ha interferido cada vez más en eso al realizar
hibridaciones artificiales para obtener la mejora genética sobretodo en
especies creadas para la alimentación humana. Si por un lado el hibridismo
puede crear especies más productivas y resistentes, o más sabrosas y
nutritivas, por otro lado el problema es que la introducción de nuevas especies
en la naturaleza obtenidas por ese medio puede causar alteraciones imprevistas
y nefastas en el ecosistema o inclusive causar un perjuicio a la salud de los
hombres. Complica más aún el problema el hecho de que las semillas o
reproductores obtenidos en laboratorio (las especies dichas transgénicas)
tienen dueño y patente, lo que resulta en un medio de dominación de las grandes
compañías internacionales sobre los pequeños productores, que se ven excluidos
del mercado por no tener condiciones económicas para adquirirlos – los cuales
pueden, con el pasar del tiempo, substituir a las especies naturales,
eliminándolas. Tratándose de experiencias de mejora genética de la especie
humana, el problema es mucho más delicado. Veamos un ejemplo.
Documentario sobre los riesgos de los transgénicos.
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En el siglo XIX, los científicos positivistas consideraban el mestizaje
entre diferentes razas como un factor de degeneración racial para aquella
considerada más evolucionada. Ellos
juzgaban que la mezcla genética llevaba a la selección de los genes inferiores,
lo que llamaban de atavismo. Por esa
razón los gobiernos brasileños de la República Vieja practicaron, después de la
abolición de la esclavitud, una política de exclusión de los negros y mestizos
del mercado de trabajo y, por extensión, de la ciudadanía. Para eso promovieron la inmigración de trabajadores europeos
(blancos, por supuesto), los cuales fueron, en un primer momento, especialmente
italianos y, después, alemanes. Esa práctica política, que tiene paralelo en
los países del Plata, fue orientada en Brasil por lo que se llamó “ideología
del blanqueamiento” y tuvo las más terribles consecuencias para la sociedad,
pues creó una inmensa masa de excluidos que perdura hasta nuestros días y que
en los estratos más inferiores no tiene otra alternativa sino la criminalidad.
La miseria de las “favelas” y la guerra urbana en Rio de Janeiro es el ejemplo
más visible y trágico del resultado de esta política. Ahora piensa: ¿que harían ese gobiernos razistas si conozcan la engienería genética? ¿Qué garantía tenemos de que ella ya no esta siendo usada para crear humanos geneticamente modificados? Piensa en su uso para crear soldados, científicos e atletas superiores y las consecuencias en el campo político...
Hoy los científicos tienen el consenso de que el concepto de raza no es
aceptable como categoría taxonómica, especialmente si utilizado en relación a
los seres humanos. Pero su uso se mantiene en la lengua común y permanece muy
fuerte especialmente en el trato de animales, como ocurre, por un lado, entre
los criadores de bovinos y los cinófilos (amantes de los perros) y, por otro, en el medio de los
movimientos de concientización negra, que aunque sean conocedores del rechazo
académico al concepto, lo mantienen en sus discursos por razones estratégicas.
Como se puede ver, el problema es muy delicado puesto que la cuestión genética
y ambiental se entrelaza profundamente con la ideológica.
Aunque las clases dominantes – no solamente en Brasil, mas en toda
Latinoamérica en general – no deseasen el mestizaje genético, eso ocurrió así
como el mestizaje cultural, generando una cultura mestiza – o híbrida, como
prefieren decir muchos investigadores sociales hoy. En muchos casos, sino en la
mayoría, el mestizaje no era deseado por ninguno de los grupos – sea el
dominante o el dominado – pero, para el segundo, generalmente es una cuestión
de resistencia y supervivencia. Un ejemplo es el surgimiento de la umbanda,
religiosidad híbrida que mezcla elementos de las religiosidades africanas e
indígenas con el catolicismo y el kardecismo europeos. Para hacer culto a sus
Orichas, se construyó una equivalencia entre ellos y los santos católicos, por
ejemplo: “Iansã” equivale a Santa Bárbara y Yemaya a Nuestra Señora de los
Navegantes o de la Gloria, Ogun equivale a San Jorge (todo eso es muy complejo y variable incluso porque hay
muchas corrientes religiosas de origen africano). La umbanda, así como el
kardecismo, cree en la reencarnación evolutiva de los espíritus y, así como
aquello y el catolicismo, presenta la figura de un Oricha supremo (Olorum,
Ojalá o Obatalá), lo que la hace un credo monoteísta y no politeísta (lo que
también es muy polémico). Proceso similar de mestizaje ocurrió en la música
brasileña con el samba y en la música argentina y uruguaya con el tango, que es una forma musical
que mezcló ritmos y instrumentos musicales de orígenes africano y europeo. La
ironía de la historia es que el samba, ayer considerado arte inferior y por eso
cargado de prejuicio, hoy es un símbolo de la nacionalidad brasileña así como
el tango hoy es símbolo de la nacionalidad argentina y de la identidad porteña
especialmente.
Pablo Veloso nos cuenta como nació el tango
y habla de sus caracteristicas reflexivas mas notables.
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En la actualidad, tendemos a considerar el mestizaje como una cosa
positiva. En todas las esferas culturales (música, gastronomía, industria del
vestuario, etc.) lo que vimos hoy es una creciente hibridación que, sin duda,
se debe a la necesidad del mercado, pues él tiene que producir siempre cosas
nuevas para mantenerse en auge y, por consiguiente, mantener funcionando el
sistema económico capitalista. Pero, si por un lado eso promueve la integración y la tolerancia entre las
personas y diferentes grupos sociales,
el precio de esta hibridación sin límites podrá ser una pérdida de las
identidades y culturas regionales o incluso nacionales y, más adelante en el
tiempo, de la capacidad de resistencia
de esas comunidades frente al imperialismo económico en cambio de identidades
menos sólidas que, por supuesto, hacen más débiles los lazos entre los
individuos en un mundo cada vez más globalizado donde todo lo sólido se
desvanece en el aire.
En suma, el mestizaje – o el hibridismo, sea genético, étnico o cultural –
es un asunto muy complejo y delicado. Decidir si el mestizaje puede ser más o
menos benéfico, tener más ventajas o más desventajas, envuelve muchas variables
y debe ser pensado teniendo en consideración las maneras de obtenerlo (si se
trata de hibridación natural o artificial), los intereses en juego, sus
objetivos y sus consecuencias para la salud del hombre y del medio ambiente, lo
que es lo mismo, pues el hombre no solo depende de ella como también es
naturaleza. De cualquier manera, el mestizaje y la hibridación cultural es una
realidad cada vez más fuerte e irreversible en nuestra aldea global.
Alejo Carpentier habla sobre el mito de las razas puras,
cuestión fundamental en el problema del mestizaje étnico.