Este blog es dedicado a los poetas y cantantes comprometidos con la cultura y la dignidad del pueblo de nuestra América, su naturaleza y medio ambiente.
Arribé al islote
enfermo
fatigado el remo
buscando
el descanso de un árbol.
No vi tierra
sino huesos.
De orilla a orilla
huesos
y esqueletos de aves,
plumas calcinadas,
hedor
de muerte,
moribundos
pájaros marinos,
graznidos
de agonía,
trinos tristes
y alguna
trémula
osamenta
aún erguida
con el pico
abierto al viento.
Con débil brazo
moví los remos
y di la espalda
al cementerio
del canto.
Sobre
la poesía de Pablo Cuadra escribe el Dr. Steven White:
Su poesía ha abierto nuevos caminos para la lírica en lengua
castellana y es un claro anticipo de la
concepción ecocéntrica del siglo XXI. Entre sus poemarios se encuentran:
Canto temporal (1943), La tierra prometida (1952), El jaguar y la luna (1959), Cantos de Cifar (1971), Esos rostros que asoman en la multitud (1976), Libro de horas (1997) y El Nicán-Náuat (1999) y El indio y el violín (2000). Su obra ha sido distinguida con numerosos
galardones, como el Premio Centroamericano de Poesía Rubén Darío (1959), el
«Poesía Hispánica» (1965), el «Rímini» en Italia (1986), el «Gabriela Mistral»,
otorgado por la OEA (1991) y el Nacional de Humanidades (1999).
La poesía de Pablo Antonio Cuadra surge como un
caudal de la misma tierra que lo vio nacer. Y no hay mejor exponente de su obra
que Siete árboles
contra el atardecer (1980)
donde su paisaje toma carta
de ciudadanía en el imaginario literario universal. Cada poema se dedica
a un árbol particular, de los que abrigaron la vida del poeta y sostienen el cielo americano: la
ceiba, el jocote, el panamá, el cacao, el mango, el jenísero y el jícaro. Con
rasgos de precisión botánica, se convierten en figuras dramáticas al modo de los guerreros de Esquilo, que hacen
palpable la memoria de su pueblo.
Fonte: prólogo de Steven White al
libro Siete árboles contra el atardecer.
Para conocer más textos del científico, mira su
blog:
A LA ORILLA DEL RÍO...(interpretada por Carlos Kuraiem - voz y guitarra) A la orilla del río un niño solo con su
perro. A la orilla del río dos soledades tímidas, que se
abrazan.
¿Qué mar oscuro, qué mar oscuro, los rodea, cuando el
agua es de cielo que llega danzando hasta las gramillas? A la orilla
del río dos vidas solas, que se abrazan. Solos, solos,
quedaron cerca del rancho. La madre fue por algo. El mundo era una
crecida nocturna. ¿Por qué el hambre y las piedras y las palabras
duras? Y había enredaderas que se miraban, y sombras de sauces, que
se iban, y ramas que quedaban...
Solos de pronto, solos, ante la
extraña noche que subía, y los rodeaba: del vago, del profundo terror
igual, surgió el desesperado anhelo de un calor que los
flotara.
A la orilla del río dos soledades
puras confundidas sobre una isla efímera de amor desesperado.
El
animal temblaba. ¿De qué alegría temblaba? El niño casi lloraba. ¿De
qué alegría casi lloraba?
A la orilla del río un niño solo con
su perro.
: :
: AH, MIS AMIGOS, HABLÁIS DE RIMAS (leída por Karina Vasquez)
Ah, mis amigos, habláis de rimas y habláis finamente de los crecimientos libres... en la seda fantástica os dan las hadas de los leños con sus suplicios de tísicas sobresaltadas de alas...
Pero habéis pensado que el otro cuerpo de la poesía está también allá, en el Junio de crecida, desnudo casi bajo las agujas del cielo?
Qué haríais vosotros, decid, sin ese cuerpo del que el vuestro, si frágil y si herido, vive desde "la división", despedido del "espíritu", él, que sostiene oscuramente sus juegos con el pan que él amasa y que debe recibir a veces en un insulto de piedra? Habéis pensado, mis amigos, que es una red de sangre la que os salva del vacío, en el tejido de todos los días, bajo los metales del aire, de esas manos sin nada al fin como las ramas de Junio, a no ser una escritura de vidrio?
Oh, yo sé que buscáis desde el principio el secreto de la tierra, y que os arrojáis al fuego, muchas veces, para encontrar el secreto... Y sé que a veces halláis la melodía más difícil que duerme en aquellos que mueren de silencio, corridos por el padre río, ahora, hacia las tiendas del viento... Pero cuidado, mis amigos, con envolverlos en la seda de la poesía igual que en un capullo... No olvidéis que la poesía, si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva, es asimismo, o acaso sobre todo, la intemperie sin fin, cruzada o crucificada, si queréis, por los llamados sin fin y tendida humildemente, humildemente, para el invento del amor...
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La poesía de Juan Laurentino Ortiz es hoy muy apreciada por los ecocríticos y ambientalistas en razón de su temática de la naturaleza marcada por una actitude de reflexión existencial y filosófica así como por un profundo sentimiento de integridad con la misma.